El cielo nocturno cubría
nuestras cabezas con su manto
estrellado, mientras que en el horizonte
un faro alumbraba taciturno las olas oscuras.
Un bólido atravesó la
noche chorreando luz.
Y el mar asustado se heló en el tiempo y
la luna y los planetas decidieron ir más lentos.
El indómito océano ha dejado de sonar,
el silencio me rodea,
he dejado de
soñar.
27 de agosto de 2009
Ceci n'est pas une pipe
"Já!", exclamó triunfante la patata cuando se enteró de que finalmente no tendría que pasar el puente del Pilar en el pueblo.
24 de agosto de 2009
1
Todo se volvió oscuro y se llenó de luz. Sabía que era demasiado tarde, que ya no quedaba nada por hacer, cualquier movimiento sería en vano. Desnudo en la nada, y extrañamenete confiado, me di cuenta de que esperaba este momento desde antes de siquiera existir. Ladeé la cabeza instintivamente, y el corazón me palpitaba. Los segundos se estiraban en la infinidad del pensamiento. ¿Cuando fue la primera vez que te vi? Me disparaste una bala en el pecho, aquella vez en el concierto. Hubo testigos, no me digas que no es verdad. Dicen que cuando recibes un tiro, no sientes dolor, sientes calor. Me abrasaba por dentro. La sangre retumbando en mis orejas y la música en mi corazón. Sinergía simpar. Y allí estas ahora, cerrando tus ojos y acercándote a mí. Y me besaste dorada por las farolas y el fuego de una vela. Todo se volvió oscuro y se llenó de luz.
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Tu refugio
Un día lluvioso. Escapas de la humedad, quieres refugiarte del frío. Y entonces lo ves. Corres hacia él chapoteando con los zapatos y entras:
es un Café. Sillones mullidos, mesitas de ébano. El olor flotante de la canela, el cacao y, naturalmente, del elixir de la vida. Periódicos en las esquinas, tazas vacías en las mesitas pegajosas. Despojándote del abrigo chorreante, te sientas y pides un capuccino. Sorbes la espuma espolvoreada con cacao echando una ojeada por la ventana. Y entonces te das cuenta que eres feliz.
Bienvenido al Café Odeon.
es un Café. Sillones mullidos, mesitas de ébano. El olor flotante de la canela, el cacao y, naturalmente, del elixir de la vida. Periódicos en las esquinas, tazas vacías en las mesitas pegajosas. Despojándote del abrigo chorreante, te sientas y pides un capuccino. Sorbes la espuma espolvoreada con cacao echando una ojeada por la ventana. Y entonces te das cuenta que eres feliz.
Bienvenido al Café Odeon.